viernes, noviembre 18, 2005

El principio...



Recorrió muchos kilómetros con la idea de llegar a su isla, su castillo, su fortaleza, su refugio. Estaba de pie, sola, seria y ensimismada con el mar. Miraba al horizonte a través de la ventana, queriendo recoger cada ola en su cabeza. Cada onda de mar hundida y anudada en sus pensamientos, en sus recuerdos. Había pasado mucho tiempo pero sus palabras resonaban en su cabeza como el primer día:

- Cuando quieras verme, ve donde sólo nuestros corazones estuvieron unidos, espera a que el sol se hunda en el horizonte, cierra los ojos, respira intensamente, abre despacio los ojos y allí estaré.

Ésta vez estaba decidida. Tenía miedo pero estaba decidida. Pasó toda la tarde de pie mirando al mar. Esa gran cama azul que había sido testigo silencioso de tantas conversaciones, susurros y amores apasionados. Sus recuerdos fluían y el tiempo pasaba lentamente.

Justo cuando el sol dejaba paso a la noche, cerró los ojos. El tiempo se detuvo. El tiempo ya no era tiempo, era el ir y venir de las olas. Era el ir y venir de sus pensamientos que querían salir y flotar, pero que debían estar bien ordenados en su cabeza. Quería recordar cada instante, cada palabra, cada sensación que aquel hombre le transmitió.

Para ella aquel pensamiento duró siglos, toda una vida, pero apenas un minuto después de haber cerrado los ojos comenzó a abrirlos lentamente. La noche casi había inundado el horizonte. Pero él, ¿dónde estaba?

Su cara se entristeció y dos tímidas lágrimas brotaron de sus ojos. Dos gotas cristalinas que nunca debieron dejar el refugio de aquella mirada que fue lo primero, lo único, que aquel hombre vio la mañana que se conocieron. Se quedó allí parada, inmovil, mirando al mar, con la única compañía de sus pensamientos.

Poco a poco comenzó a sentir cómo una ligera brisa se acumulaba junto a su rostro. Aquella brisa se transformó en susurro y el susurro en palabras....."Aquí estoy". El sol había desaparecido definitivamente, sólo la fría luz de la luna y el resplandor de la sonrisa de aquella mujer, que poco a poco comenzó a dibujar su rostro, daban calor a aquella habitación.

No se giró, no lo abrazó, no lo besó, quería disfrutar del momento. Siguió mirando a aquel mar ya negro y aspiró fuertemente para sentir el aroma familiar de aquel hombre que ahora le abrazaba dulcemente por la espalda.

No hubo palabras, ni gestos, ni disculpas. Cuando dos corazones laten a la vez todo lo demás importa muy poco. Aquel fue el comienzo, el principio de algo que dudo tenga un final.

No hay comentarios: