viernes, noviembre 11, 2005

Aparcamiento humano

Como ya he dicho en alguna ocasión tengo la enorme suerte de poder ir a comer a casa todos los días. Al menos en Madrid es un auténtico privilegio. Las dos horas me sirven para evadirme un poco del trabajo y para acometer mi tarea diaria... sacar al perro.

El paseo con mi perro es como un bálsamo, me sirve para pensar, para reflexionar y muchas veces para decidir que voy a escribir ese día.

Normalmente a la hora de comer realizo la misma rutina. Doy la vuelta a una gran manzana ocupada por un colegio. Estos diez o quince minutos parece que son suficientes tanto para mi perro como para mí para el desahogo matinal.

Últimamente, desde hace seis u ocho meses contemplo una escena que me deja sorprendido y a la vez asustado. Las calles próximas por donde paseamos están llenas de oficinas y por supuesto las aceras llenas de coches. Lo curioso es que los coches están llenos de gente. Siempre es una persona, solitaria, de mediana edad, hombre o mujer que contempla el exterior de su coche con envidia, con malestar y a veces con tristeza. Son decenas de coches los que contemplo de idéntica forma. Algunos escuchan música, otros duermen, algunos repasan papeles, otros comen y los que más pena me dan miran a la calle como pidiendo una limosna...ayúdame.....que hago yo aquí.

No alcanzo a comprender el grado de deshumanización al que estamos llegando. Nos reímos y mofamos de los micro hoteles japoneses, pero aquí tenemos aparcamientos humanos. Antes la gente comía en restaurantes, salía a pasear a un parque o tomaba el sol en un banco en la hora de la comida. Ahora, con el escaso tiempo que las empresas dejan a sus empleados, contemplo con horror las interminables filas de coches que alojan a seres perdidos que prefieren encerrarse en su mundo, un mundo artificial, falso, pero sobre todo cruel que poco a poco va devorando todo.

Realmente soy un afortunado.....mi perro y yo.

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