martes, febrero 28, 2006

Orgullo


Blanco

Del color de Madrid el domingo pasado. Nueve de la mañana. La mayor y mejor nevada que recuerdo en muchos años. Como siempre, sucede cuando coge desprevenido a los servicios de limpieza. Las calles estaban tapizadas de ese blanco deslumbrante, inmaculado, que por unas horas limpió el color gris, sucio e inhumano de Madrid. Por unas horas la ciudad se "naturalizó" un poco. La nieve siempre me recuerda al campo. El verde que trata de brotar entre el manto blanco de los inviernos en Asturias. Son imágenes infantiles que quedan en la retina, en la mente y en el corazón y son imposibles de olvidar. Al salir a la calle se respiraba mejor, lucía un sol espléndido y la humedad lo invadía todo. Apenas había coches y mucho menos, gente. El frío era intenso. La mañana era inmejorable a los ojos de un hombre del Norte, que echa de menos cada día su refugio, su rincón, su lugar en el mundo.

Gris

Aparentemente un día tranquilo, sin gente, se convierte en algo diferente. Somos demasiados. Madrid es demasiado grande. Ni siquiera madrugando. A la gente le encanta hacer colas; acudir a exposiciones, aunque no sepamos muy bien lo que vemos, ni tengamos intención clara de aprender; acudir con niños de tres años que lo único que saben es berrear ante la impasibilidad y la falta de educación de sus padres; bostezar e ignorar la belleza aunque la tengamos delante de nuestras narices.


A la entrada de la Exposición Faraón, en Plaza de Castilla, nos esperaban los incondicionales de siempre. Un grupo de profesores y entusiastas de la Arqueología que hace más de 10 años fundamos la Sociedad Española de Historia de la Arqueología. Caras amigas, caras cercanas, reconocimiento.

Amarillo

El color del desierto al que nos trasladó mi mujer una y otra vez con sus explicaciones. El color de Egipto que se repite en cada una de las piezas que pudimos contemplar. El color del sol reflejado en la falsa pirámide, que por primera vez en su historia, recibe la caricia fría y húmeda de la nieve. El color de las estatuas, máscaras, ataúdes y mil y un objetos que nos hacen ver la insignificancia de la civilización occidental. El color de la Historia que pasa y se repite una y otra vez en el reloj de arena. El color del tiempo que todo lo borra y todo lo transforma para volver al mismo sitio. El color de lo insignificante y lo etéreo de la vida.

Marrón


El color del orgullo que siento al compartir mi vida contigo. El color de tu mirada cada vez que buscabas la mía. El color de mi emoción al verte hablar. El color de la admiración que siento al ver con que pasión sientes tu amado Egipto. El color de la sabiduría que te hace leer ante el asombro de todos, esos extraños caracteres que nos hablan del ayer y del mañana. El color de la experiencia que hace que un grupo de 30 personas se transforme en 60 para oirte sentir Egipto y la Historia, como pocos la sentimos. Pero sobre todo marrón rojizo, casi fuego...el amor que siento por tí cada día de felicidad que me regalas sin proponértelo.

No hay comentarios: