jueves, febrero 09, 2006

Crónica de un accidente


Lo que voy a contar es quizá la experiencia más dura que he vivido en mi vida. Una de esas cosas que nunca desearías haber vivido, pero que lamentablemente ocurrió. Han pasado ya 24 horas pero todavía no me lo puedo quitar de la cabeza. Sé que lo que relataré a continuación es desagradable, pero necesito escribirlo. Necesito que esas imágenes se borren de mi cabeza y se que muchas veces lo consigo escribiendo. Siento mucho lo que voy a relatar, pero desde lo más profundo de mí ser, necesito dejarlo por escrito.

Ayer se acababan nuestras vacaciones en Asturias. Conducíamos por la autovía de la Coruña en dirección a Madrid. Eran las siete y media de la tarde más o menos. Noche cerrada. Muy poca circulación. Apenas unos camiones que hacen su ruta entre Coruña y Madrid. Yo como casi siempre, tenía puesto el navegador del coche a 140 Km. por hora. Es la mejor forma de que no te pongan multas y no pisar demasiado el acelerador. Cruzábamos una de esas largas rectas que tiene la carretera de La Coruña a su paso por Castilla. Kilómetros y kilómetros de eternas y monótonas rectas que muchas veces te hacen olvidar que estás conduciendo un coche. Kilómetro 134, salida Palacios de Goda. Nunca lo olvidaré. Estábamos escuchando la radio. Mi mujer miraba la luna que acababa de aparecer por nuestra derecha.

Fue en ese momento, en ese preciso instante cuando todo se aceleró, se precipitó y empezó a correr el cronómetro de la media hora más larga que creo haber vivido nunca. Íbamos por el carril de la izquierda, de los dos que tiene la autovía. Delante de nosotros, a nuestra derecha y a unos 50-80 metros de distancia circulaba otro vehículo en el carril derecho. Sino hubiera ocurrido lo que pasó, muy seguramente le hubiera adelantado en pocos segundos. De repente ese coche hizo una maniobra rara. Parecía como si el conductor se hubiera dormido y el coche circulara solo, en trayectoria oblicua desde el carril derecho a nuestro carril izquierdo. Parecía como si el coche hubiera tomado vida y fuera a su aire. Todo ocurrió muy rápido. Apenas 5 segundos. Cuando el coche había llegado a la izquierda de nuestro carril, justo en la línea que marca el límite entre el carril y el arcén, sentí como si el conductor hubiera intentado rectificar la dirección que tomaba el coche, directo hacia el badén central de hierba que separa los dos sentidos de la autovía. Casi como la foto que podéis ver arriba. Pero fue demasiado tarde. Un segundo antes y todo hubiera sido diferente, pero lamentablemente no ocurrió así.

El coche se metió de llenó en el badén. No se muy bien lo que pasó allí porque estaba muy oscuro. Debió de girar lateralmente varias veces hasta que de repente se elevó por los aires unos tres o cuatro metros. Parecía de papel, como si flotara eternamente en el aire. A cámara lenta. Cayó con las ruedas hacia arriba en el otro sentido de la autovía (Madrid-Coruña). Mi mujer se puso a llorar. Yo conseguí detener mi coche justo enfrente del accidentado. La carretera estaba vacía, ni un coche, ni un sonido, nada. Solo un coche con las ruedas hacia arriba y algo de humo. Nada más. Recuerdo ese silencio aterrador que debió de durar unos poco segundos, como algo eterno. Muy muy largo. Mi mujer sin saber que hacer me preguntó ¿qué hacemos? Llama al 112 y diles lo que ha ocurrido, le dije. Voy a tratar de ver como están.

Iba a abrir la puerta de mi coche cuando veo que otro coche impacta frontalmente y a toda velocidad contra el coche accidentado. Lo desplazó unos cinco metros y como estaba con el capó en el suelo giraba y giraba como una peonza. No daba crédito a lo que estaba viendo. Mi mujer estaba histérica. No sabíamos que hacer. Apenas habían pasado 5 o 10 segundos desde que voló el primer coche cuando ocurría esto. El tiempo se detuvo de nuevo para avanzar muy lentamente.

- ¡No salgas del coche, por favor!, ¡No salgas! me gritaba mi mujer,.....pero salí. Me puse el chaleco de emergencia y salí. Y lo que vi no creo que lo olvide nunca.

En ese momento otro coche paró detrás del mío. Le expliqué lo que había pasado. Empezamos a cruzar la carretera cuando en el carril izquierdo, sentido Madrid vimos un bulto negro en mitad de la carretera. No se que pensaría el otro chico pero yo estaba pálido. Nos acercamos y comprobamos que se trataba de una mujer. Su coche era seguramente el que estaba con las ruedas hacia arriba a más de 20 metros del cuerpo y en el sentido contrario de la autovía.

Estaba de espaldas, con los brazos extendidos, la mirada perdida, rasguños y sangre por toda su cara y pelo. Tendría unos 40 años. La boca entreabierta y llena de sangre. La cara hinchada. Nunca olvidaré su mirada perdida. Estaba sin movimiento, rígida. Vestía un vaquero azul y una forro polar marrón. Aparentemente no tenía heridas exteriores visibles. Sólo una herida profunda en el muslo derecho de unos 20 cm. pero que no sangraba. Un tajo limpio. Nos quedamos mirándola sin saber que hacer. El otro chico se acercó a su cara y gritó: ¡Está muerta! Traté de tranquilizarle. Entre los dos la cogimos por los pies y por los brazos y la llevamos fuera de la carretera, al badén. A la hierba. Teníamos que moverla, sino otro coche podría haber pasado por encima de ella. Una vez en la hierba nos dimos cuenta que respiraba. Lentamente, muy lentamente y con muchísima dificultad....menos mal. Yo creo que en ese momento estaba inconsciente.

Los coches empezaban a llegar y parar en ambos sentidos de la autovía. La dirección Madrid-Coruña estaba bloqueada por el impacto de los dos coches. En dos, tres minutos éramos unos 5 hombres. Todos nerviosos, sin saber que hacer, corriendo de un lado a otro. Yo estaba tranquilo, como flotando.

¡No hace falta que llaméis! Mi mujer ya lo ha hecho. ¡Tranquilidad!. ...Alguno empezaba a llorar. Otro tuvo la peregrina idea de tratar de incorporar a la mujer para que respirara mejor. Yo lo impedí con violencia. ¡No la toquéis, joder! ¡Le podéis hacer más daño! ¡Una manta! ¡Buscar una manta! En un segundo todos fueron a por mantas a sus coches. Yo me quedé clavado y solo al lado de aquella mujer. No me podía mover del sitio. Hacía un frío espantoso, dos o tres grados. La tapamos con dos mantas. Pocos segundos después parecía que empezaba a recobrar la conciencia. Se quería mover pero se lo impedimos.

¡No se mueva! ¡Ya pasó todo! ¡En seguida viene la ayuda!...le dije. Le tomé una de sus manos. Una mano fría y sanguinolenta. Trataba de infundirle algo de calor a aquel cuerpo destrozado y deformado. Así pasamos unos siete minutos más. Hasta que llegó la guardia civil. Se despreocuparon de los heridos y se concentraron en poner orden en la carretera para evitar que hubiera más accidentes. Yo seguía ahí clavado, al lado de la mujer.

- No se preocupe...........no se mueva.

Trataba de quitarse la manta o incorporarse. No se muy bien por qué. Hacía un frío del demonio. Balbuceaba, se quejaba, todo lentamente, sin fuerzas. En otros diez minutos más vinieron los médicos, ambulancias y personal sanitario. Le solté la mano y les dejé hacer. Le tomaron el pulso...lo tenía bajísimo. Me alejé, me acerqué a mi coche para ver como estaba mi mujer. Lloraba sin parar. La abracé tratando de infundirla algo de serenidad, fortaleza, seguridad............aunque por dentro estaba destrozado.

Se calmó un poco y volví al accidente. Necesitaba estar allí. Ayudar como sea. La situación empezaba a estar controlada. Me acerqué al coche volcado con las ruedas hacia arriba. Era un amasijo de hierros retorcidos. El coche parecía un acordeón. Entre los hierros se veía el rostro inconsciente de un hombre de unos 45 años. Camisa blanca inmaculada y un brazo colgando que parecía implorar ayuda. Estaba atrapado, boca abajo e inconsciente. Me acerqué. No reaccionaba y un hilillo blanco le salía por la nariz. Un hilo de algún líquido interno que no quiero ni saber que podía ser. No le veía ni las piernas. Estaban ocultas entre los hierros. Sólo su cabeza, su brazo y parte del tronco. No parecía que tuviera nada. Pero su aspecto era aún peor que el de la mujer. En un minuto llegó otro médico. Le puso una mascarilla de oxígeno en la boca y un guardia civil iluminaba la zona con su linterna. Ahí no se podía hacer nada hasta que vinieran los bomberos. Otro chico me indicó que los tres ocupantes del coche que chocó frontalmente estaban bien. ¡Menos mal! ¡Algo positivo!

Los guardias empezaban a despejar la zona e indicarnos que nos fuéramos. Les comenté que yo fui el primer. Que lo había visto todo. Que iba detrás del coche volcado y que no había nadie más cuando todo sucedió. Me dijeron que entonces esperara por ahí para que me tomaran los datos. Me acerqué a la mujer. La habían desnudado completamente y la estaban reconociendo. Llegaron otros dos médicos más. Ya eran cuatro los que estaban con esa mujer y un guardia civil que los iluminaba con una linterna. Me alejé unos metros. Miraba desde lejos como trataban de curarla, de inmovilizarla. Una médico la preguntaba cual era su nombre. Acercó su oreja a sus labios y desde ese momento empezó a llamarla Mari Carmen. Los médicos chillaban órdenes. ¡Más luz, cojones! ¡Más luz!

Un guardia civil se acercó y me dijo que fuéramos a mi coche para tomarme los datos. Me dijo que más tarde nos llamarían para que explicara todo. Cuando nos íbamos llegaban los bomberos y dos médicos más rodearon a Mari Carmen. Me alejé de aquella escena temblando por dentro. Mi mujer al ver que estaba bien, empezó a calmarse. No hubo apenas palabras hasta llegar a casa. Fuimos despacio. Rememorando mentalmente cada segundo de aquella media hora interminable. Es increíble como te puede cambiar la vida en apenas cinco segundos. Sólo tenía una idea en la cabeza....que se salven, que todo salga bien. Pobrecillos.

Mi móvil sonó de nuevo a las diez y media de la noche. La Guardia Civil me llamó para que explicara paso a paso lo ocurrido. Aunque ya habían pasado tres o cuatro horas, todos los detalles estaban impresos en mi cabeza. Al final con miedo y temiéndome lo peor, le pregunté por el estado de la mujer y el hombre del coche.

- Han muerto los dos, me contestó.

No pude articular palabra. El Guardia Civil tampoco. Pasados unos segundos de silencio le dije que estaba a su disposición para lo que quisieran. Me dijo que mi declaración la entregarían al juzgado y que igual me llamaban. Eso fue todo.

Esta noche he dormido fatal. Tenía en la cabeza la imagen de Mari Carmen. Su cara ensangrentada, su gesto de dolor y sus ligeros lamentos que fueron los últimos de su vida me persiguieron en sueños. Aquel cuerpo inerte que pasó unos segundos en soledad, en mitad de la carretera, con un silencio que helaba la sangre hasta que llegamos y la movimos. ¿Habré hecho todo lo necesario? ¿Podría haber ayudado más?...que impotente se siente uno cuando ocurren estas cosas. Que horror ver un cuerpo humano desprotegido en mitad de una carretera.

Este autómata está hoy muy triste. La vida pasa, más deprisa de lo que creemos y nunca se sabe cuando puede acabar. Por favor, prudencia al conducir.

.......Descansen en paz...........

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