domingo, octubre 30, 2005

La Transferencia (XVII)


El viernes fue un día duro. Apenas dormí por la noche pensando cuántos de aquellos embriones se iban a fecundar. Estaba nervioso y como siempre mi mujer dormía como un tronco. Se incorporó un nuevo fármaco, Progeffik, una especie de pastilla, que por via vaginal libera hormonas (progesterona). Hoy domingo todavía continúa tomándolas. Como siempre, ni se entera, y no parece que tenga ningún efecto secundario.

Las malas noticias llegaron a eso de las diez y media de la mañana del viernes. Un médico con una voz cavernosa y hablando como si se nos hubiera muerto un familiar nos dio la sorpresa. De los diez ovocitos que la habían extraido tan sólo uno era ya embrión. Tres no se sabía lo que iba a pasar con ellos y el resto desechados. El sábado nos llamarían a eso de las nueve y media de la mañana para ver si había transferencia o no. Siempre podía ocurrir que ese embrión muriera y entonces no había nada que hacer.

Durante diez minutos no reaccioné. Estaba sentado en mi puesto de trabajo pero no veía nada. Sólo tenía en mente el esfuerzo, las ilusiones y el dinero invertido para tan sólo un mísero embrión. Poco a poco fui recobrándome y pensando que quizá alguno de los otros tres quizá evolucionara. Una horas después me encontraba mejor y también pensé que la primera vez siempre es muy difícil conseguir un embarazo. Sólo funciona en un porcentaje muy bajo de personas. Pero aún sabiendo ésto, siempre pensé que habría embriones suficientes para poder congelar algunos y no tener que repetir nuevamente todo el proceso de pinchazos. Mi mujer como siempre optimista. Por la tarde nos dimos un abrazo y todo terminó. Que sea lo que tenga que ser y ya veremos.

Si la noche del jueves al viernes fue dura, la del viernes al sábado fue eterna. Apenas dormí nada y oía el teléfono en mi cabeza constantemente. A las nueve y cuarto de la mañana del sábado nos llamaron de la clínica. Sólo teníamos un embrión. El resto no habían evolucionado. Pero como éste era sano haríamos la transferencia. Bueno...al menos uno. Hay alguna esperanza, aunque en el fondo la tristeza lo inundaba todo.

Llegamos a las clínica a las once y media y en cinco minutos nos llaman. Mi mujer se levanta y yo me quedo sentado leyendo un periódico. La enfermera dice entonces - También usted - ¿Yo?, si sí usted... Mis manos temblaban, ya conocéis mi aprensión a todo tipo de operaciones. Pero como era posible que fuera a verlo yo también- pensé. Mi mujer me miró y me dijo con una sonrisa en la cara...sino quieres no pases. Pero no, me necesitaba y esta vez estaría a su lado aunque cayera redondo en pleno quirófano.

Al final el quirófano era una simple sala en donde una mesa similar a la de una parturienta ocupaba todo el espacio. Unas escaleras para subirse, un biombo al fondo para cambiarse y una silla baja para la médico. Poco más. Mi mujer se desnudó se puso una bata verde y plásticos en los pies. Luego se colocó en esa mesa infernal donde tantas veces se ha subido últimamente. Nunca, repito, nunca desapareció una sonrisa de su cara...la admiro profundamente.

Esperamos durante unos cinco eternos minutos en los que yo no paraba de pasear y tocar los escasos objetos que había por la habitación. Más nervioso no podía estar y mi mujer me empezaba a mirar con cara inquisitorial por lo que, para no empeorar las cosas, decidí estarme quieto. Me puse al lado de su cabeza, para evitar ver todas las maniobras que iba ha acometer la médico unos minutos después.

Al poco rato entraron una nueva doctora, seca como ella misma, y dos enfermeras. La doctora acabó de completar el panorama desolador. El embrión estaba bien, pero tampoco era una cosa excepcional. Nuestras posibilidades de éxito, según ella, eran de un 10% más o menos. Pero eso era mejor que nada. Con embriones similares la gente se queda embarazada. Nuestras caras eran un poema. Yo sabía que nuestras posibilidades eran bajas, pero tan bajas nunca lo imaginé.
Además nos comentó que los óvulos de mi mujer tampoco eran excepcionales (la zona pelúdica exterior es muy gruesa)....y que si no se quedaba embarazada y decidíamos continuar con nuevos intentos habría que cambiar la medicación y hacer otras técnicas en laboratorio para mejorarlos. En fin, un panorama desolador.

Lo primero que hicieron fue enseñarnos en vivo y en directo el embrión que iban a implantar en mi mujer. Encendieron una pantalla y allí apareció...nuestro precioso embrión de tres o cuatro células. Tenía algunas células más, muy pequeñas, que parece ser que es lo que diferencia un embrión perfecto (sin células pequeñas) de otro imperfecto (con algunas células pequeñas). Todavía hoy lo recuerdo, es muy muy emocionate, aquella pequeña esfera con una vida incipiente en su interior. Creo que esa imagen del embrión, de nuestro potencial pequeñín, no se me olvidará en la vida. ¡Que maravilla!

La transferencia en sí fue muy rápida. Una de las enfermeras roció un gel en el bajo vientre de mi mujer y le colocó un aparato para visionar la ecografía del útero de mi mujer. La doctora le iba indicando hacia donde tenía que mover el aparato. La otra enfermera estaba en comunicación con el laboratorio donde se encontraba el embrión. Una vez desinfectada la zona, la doctora le colocó un espéculo en la vagina y posteriormente una cánula gruesa en su interior que llegaba hasta el útero.

Una vez que estaba todo preparado y en su posición correcta, la otra enfermera trajo una cánula más fina y larga, metálica, que contenía el embrión. Esta cánula más fina se introducía por la anterior más gruesa y poco a poco fue soltando el contenido de la misma en el interior del útero de mi mujer. Posteriormente se comprobó en laboratorio que en la cánula no había quedado el embrión y que estaba perfectamente situado en el útero. Y ya está. Se retira la cánula gruesa, el espéculo y listo. Mi mujer dice que no tubo la más mínima molestia y la creo. Su cara no borró su preciosa sonrisa en todo el proceso. Todos nos desearon muchísima suerte con nuestro pequeño embrión.

El proceso en sí duró apenas 5 minutos. Luego mi mujer tuvo que guardar reposo en la camilla unos 15 minutos. Mi mirada era un poema y la suya era alegría, vitalidad, como siempre una campeona. Somos conscientes que las posibilidades son mínimas pero no perdemos la esperanza. En el peor de las situaciones repetiremos el tratamiento y en cualquier caso siempre nos queda la adopción.

Transcurrido el tiempo de reposo nos fuimos a casa. No hablábamos, todo está ya dicho y sabemos lo que probablemente va a ocurrir. Mi mujer tendrá que guardar unas 24 horas de reposo absoluto y luego podrá hacer vida normal evitando esfuerzos físicos. A pesar de sus recomendaciones y aprovechando que es puente, hemos decidido que estará todo el sábado en cama y desde hoy domingo hasta el miércoles, que empiece a trabajar, no saldrá de casa y permanecerá en un sofa.

La pobre está aburridísima pero también se aprovecha de mi todo el rato. ¡Que disfrute! En unos quince días deberá hacerse una prueba de embarazo y el día 21 de noviembre tendrá una cita con el médico de la clínica para ver todo el historial y charlar sobre nuestro futuro. Mientras tanto tendrá que tomar ácido fólico y continuar hasta que acabe con el progeffik.

Las posibilidades son mínimas, lo sabemos, pero hemos escogido el único camino que podíamos tomar y lo vamos a continuar hasta agotar todas las posibilidades.

La tristeza, como la vida misma va pasando. Hoy domingo me encuentro mucho mejor y mañana la decepción de nuestro primer ICSI será un recuerdo que se irá poco a poco alejando. Mi mujer como siempre lo soluciona todo con una sonrisa de oreja a oreja....la envidio

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