martes, marzo 14, 2006

Laberintos

Cuando era pequeño, como muchos niños, me gustaba imaginar mundos. Mundos con países, montañas, ríos, mares y costumbres distintas a las nuestras. Mi mundo un día se tradujo en un mapa mundi que ahora no encuentro, pero que algún día aparecerá. Mi mundo se llamaba "Serpens".

Mi mundo tenía continentes con sus nombres propios, países, ciudades, islas, órganos de gobierno y mil cosas más que iban creando día a día. Tenía incluso amplias zonas agrícolas a disposición del país que ese año tuviera malas cosechas (altruismo infantil).

Recuerdo que me pasaba horas y horas pensando en nombres para cada una de esas cosas. Luego esos nombres los iba incorporando al mapa, hasta tal punto que tuve que crear diferentes mapas, político, físico, etc...

Pero lo que sobretodo recuerdo son las cárceles de mi planeta. Había cárceles pequeñas, pero para los reincidentes, para los "malos" de verdad, les busqué algo mucho más especial. Algo que no olvidarían nunca porque pasarían el resto de sus días allí, hasta su muerte.

Existía una isla enorme, en medio de uno de sus mares, una isla cárcel, pero una isla "laberinto". Toda su extensión estaba ocupada por un enorme laberinto. Círculos y más círculos, rectas, caminos inútiles, trampas......Su construcción fue para mi un auténtico vicio.

Poco a poco el crear laberintos me absorbía más y más tiempo aunque era totalmente relajante para mi. Tendría unos diez años. Los fines de semana, por la noche, me ponía música de Jean-Michael Jarre, cogía mis bolis, pinturas y lápices y me ponía a crear. Siempre usaba la misma técnica. Primero los esbozaba a lápiz, los perfeccionaba, los moldeaba, creaba las habitaciones, los templos, los pozos, las trampas y luego los daba forma con rotuladores, pinturas, ceras... Ninguno acababa de convencerme. Todos me parecían demasiado fáciles para la mente de un criminal.

Fueron creciendo en tamaño. De una simple cuartilla pasaron a un folio, de un folio a dos, de dos a una cartulina, dos cartulinas, hasta crear el súper laberinto que veis de más de 3 metros de largo. Un laberinto a prueba de "gente mala" que se pudriría en su interior sin poder salir nunca. Mi laberinto tenía habitaciones, templos, jardines, un micro mundo dentro de un mundo aterrador.

Todo esto viene porque el otro día navegando encontré una página que tiene miles de laberintos para resolver online o papel. Me acordé de mi súper laberinto. No pude esperar y fui a casa de mis padres a buscarlo.

Todavía recuerdo todo el tiempo que invertí y el camino para resolverlo.....después de tantos años.

No sé muy bien quien me metió en la cabeza lo de los laberintos, pero es una imagen, una composición que siempre me ha fascinado y me sigue fascinando. Cada vez que veo uno en alguna catedral, en un jardín o en algún libro, me traen siempre recuerdos muy gratos. Como los laberintos, la vida misma, que es un acertijo, escondrijo, enigma de sensaciones y experiencias.

Debía ser un poco "bicho raro", ¿verdad?...jajajajaja

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy te encuentro...en mi laberinto de busqueda personal,y no no me pareces un bicho raro,creo que fuiste...que eres un niño adorable.Yo hubiera querido jugar contigo y perderme en ese mundo en el cual los malos eran malos,y los niños tenian trigo.Un beso para el que fuistes y otro para el que seguramente tiene su misma mirada.