Me cambié a mi actual trabajo hace ahora seis meses. En ese tiempo, aparte de un sueldo no demasiado elevado y muchas horas en la oficina, poco más he recibido.
Sin embargo hace unos días algo, lo cambió todo. Mi jefe, ese ser distante, callado y frío, agitó su varita mágica y me dijo lo satisfecho que estaba de mi trabajo. Desde ese momento mi cara es otra y ya no importan tanto las horas regaladas y el salario insuficiente.
¿Tan difícil es regalar ilusión y agradecimiento? En mi anterior trabajo tenía a unas 8 personas a mi cargo y desde el primer día agitaba mi varita para ayudarles, alentarles y compensar lo poco que podíamos pagar, con una dosis de diaria de agradecimiento.
Ahora yo estoy abajo y reclamo mi dosis de varita mágica, pero parecer ser que las brujas y brujos estamos en peligro de extinción.
Dedicado a Leha, fiel comentarista del Autómata.
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