miércoles, diciembre 22, 2004

La envidia sana


Mi primer sueldo coincidió más o menos con unas navidades de hace no se cuantos años. Lo primero que compré fue un estupendo árbol de Navidad de más de 2 metros de altura. Hasta entonces teníamos uno pequeñín que parecía un simulacro de abeto.

Se lo dejé a mis padres con la condición de que cuando me independizara el árbol viajara conmigo.

Han pasado tres años desde que me casé y el susodicho árbol sigue con mis padres y yo tengo ahora el simulacro de abeto con los viejos adornos. ¿Se diferencian verdad?

La verdad es que si pusiera esa maravilla de árbol en casa tendría que vivir entre sus ramas.

Cada objeto, tiene su lugar en el mundo y ese súper árbol pertenece a ese lugar concreto de la casa. Ya nadie ni nada puede moverlo de allí.

No hay comentarios: