Ella vive en Filipinas. Hace doce años que no se ven. Ayer por la tarde asomó su cabeza, con timidez, por la puerta y una sonrisa iluminó su cara. Se acercaron lentamente, se miraban, estudiaban el paso del tiempo en sus cuerpos, y todo acabó en un abrazo.
Un abrazo eterno, sincero y mezclado con lágrimas de alegría. Yo miraba desde una esquina emocionado y contento de ver como mi mujer recuperaba en un minuto doce largos años de silencios, de errores y de malentendidos.
¡Me encanta la Navidad!
Un abrazo eterno, sincero y mezclado con lágrimas de alegría. Yo miraba desde una esquina emocionado y contento de ver como mi mujer recuperaba en un minuto doce largos años de silencios, de errores y de malentendidos.
¡Me encanta la Navidad!
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