lunes, mayo 08, 2006

Somiedo



Siempre que vuelvo de mi tierra, vivo colgado del aire, de un aire denso que me impide pisar el suelo. Un suelo que nunca quiero pisar, porque me acerca a mi endiablado día a día, que cada día que pasa odio más.

Y cada día que paso en esa ensoñación, pienso lo feliz que soy allí y lo "autómata" que me vuelvo aquí en Madrid.


Viviendo en Madrid se me olvida:

El verdadero sentido de la vida.
El sonido de un río que acompasa los sueños
El cansancio que proporciona observar y amar la naturaleza.
El verdadero amanecer, mecido por el canto de los pájaros.
El despertar de la naturaleza en primavera.
El penetrante sabor, olor y frescor de la niebla al amanecer.
El desayuno pausado, añorado, esperado, sencillo, junto a mi mujer.
La importancia de no ver la televisión.
La importancia de mirar a nuestro alrededor.
El placer de una siesta al borde de un lago.
El croar de unas ranas invisibles.
El color, el olor, el sabor y la calidez de la nieve entre mis dedos.
La insignificancia del Hombre ante la Naturaleza.


El tácto áspero de la lengua de un ternero y la sabiduría de las vacas.
El tiempo que nos rodea y nos contempla.
Las palabras sencillas dichas con amor.
El inteligente y temeroso mirar de los animales.
Que más allá de los ladrillos y el cemento existe Vida.

Pero por encima de todo, en Madrid, se me olvida el sonido del silencio. Sin duda alguna, el mejor de todos los sonidos y el más necesario.




La vida es un círculo perfecto y nunca sabemos en que punto de ese círculo estamos. Seguro que algún día encontraré mi punto.

Mil besos

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