martes, octubre 16, 2007

La cuenta atrás


Martes, 16 de octubre de 2007. Hacia las 4 de la tarde la directora de nuestra agencia de adopción llamó a mi mujer. A parte de comentarle varios proyectos en los que quería que colaboráramos (unas jornadas profesionales sobre adopción y una cena con gente del gobierno filipino el día 22 de noviembre) le comunicó que nuestra asignación estaba cerca.

¿Cómo que cerca?

Sí, mujer, que ya no queda nada - le dijo entre risitas.

Le comentaron a mi mujer que habían estado en Filipinas en septiembre y habían hablado de nuestro caso a las autoridades de allí. La directora veía muy dispuesta a las autoridades de allí a asignarnos cuanto antes un niño. Y eso fue todo.

Aquella noche apenas dormimos.

¿No le preguntaste de cuanto tiempo estábamos hablando? ¿Un mes? ¿Semanas?, le pregunté a mi mujer.

La noticia le había cogido tan desprevenida que no se le ocurrió preguntar nada. Al día siguiente llamaría yo a la directora para ver si le sacaba más información. está claro que sabía más de lo que me decía. Eso era evidente.

Nuestra indiferencia por la adopción se transformó, una vez más, en alegría incontenible. Rápidamente se dibujaron en nuestras caras una sonrisa de oreja a oreja que ya nadie nos podría borrar.

Nuestras mentes comenzaron a volar y en nuestros sueños siempre había la figura de un niño pequeño sin rostro. Estaba claro que el momento de acercaba.

El corazón se agitaba y ya no pararía hasta que la asignación se hubiera producido... Pum Pum




lunes, octubre 08, 2007

Nervios

Hasta ahora habíamos estado tranquilos. Después del tropezón de mayo-junio nuestro espíritu se serenó definitivamente. Durante el mes de junio abrimos nuevamente otra puerta, el último cartucho de acelerar el proceso, pero la cerramos de un portazo y enfadados.

De esta apertura de puerta no puedo, ni debo, ni quiero contar nada, de momento. Implicaría a demasiada gente. El caso es que algo que tenía toda la pinta de ser legal se convirtió en algo totalmente ilegal y digno de una película de suspense. Está claro que tengo que escribir un libro de todo esto. Del lado oscuro de la adopción.

No nos alteró demasiado. La serenidad volvió de inmediato. Desde entonces no hemos sentido la adopción como algo alegre. Lo hemos sentido con una simple y llana pasividad. Un cúmulo de ganas de que todo termine de una santa vez. Pérdida de interés. Pérdida de emoción. En definitiva, desencanto.

Se que toda esta actitud es totalmente normal. Forma parte del embarazo de "elefante" que estamos sufriendo y que cuando llegue nuestra asignación se olvidará todo. Esta actitud duró hasta hace pocos días.

Hace unas dos, tres semanas todo empezó a cambiar. Nos están llegando "señales de humo" de Filipinas que nos indican que el momento se acerca.

Llamamos aproximadamente una vez al mes al Ministerio filipino encargado de las adopciones. Tenéis 30 delante, tenéis 15 delante y hoy mismo nos han dicho que la cifra que tenemos delante es "insignificante". Nos aseguran que la asignación llegará antes de Navidad. Había en sus voces una serie de "risitas" que nos anuncian que el momento está cerca.

No quiero ilusionarme, pero es inevitable. No quiero pensar en ello, pero es inevitable. Quiero olvidarme del tema, pero no puedo. A pesar de todo hay que mantenerse en calma. Somos unos privilegiados. Apenas 9 meses en lista de espera no es nada (los hacemos el 25 de Octubre). Para una familia española, no me cansaré de repetirlo, serían cerca de 2 años. Nosotros, como ya he dicho muchas veces, tenemos la fortuna de ser un matrimonio mixto y al menos para ésto sirve y mucho.

Una semana, dos, cuatro, un mes, dudo que quede mucho más. Los nervios han vuelto a aparecer. Los sueños con niños empiezan a inundar mi cabeza.....y esta vez puedo decir que es la definitiva.

domingo, octubre 07, 2007

Comunidad Tulay



Se que no escribo nada. Se que mucho menos de lo que me gustaría, pero mi otro Blog me absorbe cada día más... y estoy encantado.

Comunidad Tulay se ha convertido en mi válvula de escape. Aunque es una página sobre adopción en Filipinas, curiosamente me ayuda a no pensar en "nuestro hijo". Contestar y ayudar a cientos de personas con las que me comunico me da una satisfacción personal que difícilmente puede explicarse. Cada día atiendo voces de socorro, de angustia y de preocupación de muchas familias que han pasado o están pasando lo mismo que nosotros o cosas mucho peores. Cada día me siento más alejado de mi trabajo y más cercano a las personas.

Oir sus palabras de agradecimiento son la mejor recompensa que podría esperar.